El asentamiento de plataformas digitales como Facebook, Twitter y Google ha dado lugar a una cantidad de información que, en muchos casos, son noticias falsas o Fake News. Una nueva arma utilizada para desestabilizar y lograr los objetivos de quienes las utilizan.
Ante este hecho irrefutable nos preguntamos si somos conscientes de ello como internautas, si…
Para hablarnos de las Fake News y conocerlas más a fondo, nadie mejor que David Alandete, periodista y editor. Trabaja en Washington para la sección internacional del diario ABC. Con anterioridad fue director adjunto de El País y antes corresponsal en Estados Unidos y Oriente Medio. Durante esos años, cubrió dos campañas presidenciales, el juicio militar al soldado Bradley Manning, el proceso de paz entre israelíes y palestinos, el golpe de Estado en Egipto y la guerra civil en Siria, y fue enviado especial en Afganistan y al centro de detención de la base naval de Guantánamo.
Periodista con dilatada experiencia política y conflictos internacionales, ha escrito asimismo sobre la campaña de injerencias rusa durante la crisis de la independencia catalana en 2017, la desinformación y las noticias falsas, y la transformación digital.
AEN —Queremos comenzar, David, preguntando lo más obvio, ¿qué son exactamente las Fake News o noticias falsas?
David A. —Una noticia falsa es una información que en apariencia nada tiene de diferente a las que publican diarios, radios o televisiones donde se hace periodismo pero que en realidad tiene la finalidad de manipular la opinión pública. Puede ser una mentira completa, como cuando los medios rusos publicaron que había tanques en las calles de Barcelona, o puede ser una verdad manipulada, como cuando publicaron que la Unión Europea había dicho que aceptaría la independencia de Cataluña tras un proceso de adhesión. En este segundo caso manipularon las declaraciones del presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, para dar una noción falsa de la postura oficial de las instituciones europeas.
AEN —¿Podríamos decir que algunos periodistas «se prestan» a ello?
David A. —Creo que hay muy pocos periodistas que sientan que están haciendo desinformación. Es algo que viene desde arriba, que se idea desde el poder, y que luego crea unas estructuras pseudoperiodísticas. En estos años he conocido a varios periodistas que han salido de los medios de propaganda rusos, especialmente RT, completamente quemados, hartos de recibir directrices desde arriba. Es cierto que durante la crisis económica de hace 10 años se destruyeron muchos puestos de trabajo y que estos medios aparecieron para ofrecer empleo y salarios dignos. Hay quienes se contentan con eso. Otros son convencidos de la causa, que de verdad creen que hacen un nuevo tipo de periodismo que tiene la capacidad de cambiar el mundo.
AEN —¿Cómo se costean estas estrategias de desinformación?
David A. —Depende del tamaño y la finalidad. En el caso de Rusia, las financia el estado a través de un presupuesto que supera los 500 millones de euros anuales para los diversos canales de RT, Sputnik y otros sitios propagandísticos. Según la investigación del fiscal especial Robert Mueller, un empresario cercano al Kremlin que se llama Evgueni Prigozin financió una fábrica de troles conocida como Agencia de Investigación de Internet que se dedicaba a amplificar esas noticias falsas para influir en la opinión pública de EE.UU. y Europa.
AEN —¿Qué está fallando para que los ciudadanos, en general, seamos, quizá, «manipulables»?
David A. —La gran revolución de internet ha hecho que tengamos acceso a contenido digital al alcance de la mano desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Financiadas con publicidad, las grandes plataformas nos ofrecen contenidos informativos y de ocio las 24 horas del día. No es que seamos más manipulables, es que tenemos un exceso de información ante el cual es más difícil discernir qué es cierto de qué no lo es. A esto se añade una crisis de credibilidad de la prensa tradicional, atacada por activistas y políticos de todo tipo. Es una tormenta perfecta.
AEN —Si hablamos de una «estrategia», ¿tienen algún tipo de reglas o les vale todo?
David A. —Siempre me resulta gracioso cuando las instituciones europeas, como la Comisión, dicen que la autorregulación es el mejor antídoto contra la desinformación. Es como pedirle a Putin que se autorregule. No, no hay reglas. Esto es una guerra. La directora de RT y Sputnik, Margarita Simonián, ha llegado a decir que esos canales son un arma para ganar batallas.
AEN —Estos medios de desinformación aprovechan la situación de vulnerabilidad, la predisposición de una parte de los habitantes, como en el caso de Cataluña, para desplegar todo su potencial. Pero, ¿por qué Cataluña en concreto?
David A. —El independentismo está penado en Rusia con cinco años de cárcel. A Rusia no le interesa en absoluto fomentarlo. Pero sí que le beneficia agravar crisis existentes. En el caso español fue la independencia de Cataluña como podría haber sido la protesta del 15-M o el ascenso de Vox. El caso es debilitar las instituciones y echar sal en las heridas para debilitar al contrario, que en este caso es uno de los países más importantes de Europa.
AEN —Sabemos qué hacen, pero ¿tan bien lo hacen que no podemos demostrar sus falsedades, su manipulación de la verdad?
David A. —Eso es un mito alimentado por los propios medios de desinformación rusos. Por supuesto que existen pruebas. Hay titulares a cientos. Se les ha descubierto, por eso actúan de una forma tan airada. Tratan de deslegitimar a quien les critica, con un argumento y el contrario. Pero pruebas, como explico en mi libro, hay muchas, comenzando por las declaraciones, en términos bélicos, de los directivos de RT y Sputnik.
AEN —Quién debería hacer frente a todo esto, ¿los gobiernos? ¿También los ciudadanos? Y de ser así, ¿cómo podemos enfrentarnos y diezmar su influencia (y eliminarla)?
David A. —Para atajar el problema de la desinformación uno debe considerar primero el derecho a la libertad de información y de expresión. Cualquier decisión que lo menoscabe, supone un precio demasiado alto a pagar. En este momento, en Bruselas se debate si se debe intervenir sobre la oferta o sobre la demanda de noticias falsas. Es decir, ¿se sanciona a quien las produce o se educa y disuade a quien las consume? Yo creo que se pueden tomar medidas claras sobre los medios de propaganda, como negarles el mismo trato que recibimos los periodistas: credenciales, entrevistas, fuentes, acceso a ruedas de prensa, etcétera. En EE.UU. ya se hace y por su reacción creo que les ha molestado mucho.
AEN —Internet les da todo su poder. Gracias a esta globalidad llegan a millones de personas, ¿cómo deben actuar frente a esto las plataformas poderosas como Google, Twitter y Facebook?
David A. —Hasta la fecha, las medidas tomadas por las grandes plataformas de internet han sido insuficientes. No se han tomado el problema en serio y ahora, años después de que comenzara el problema, están firmando acuerdos con plataformas de comprobación de hechos y de caza de bulos. Por citar a Ana de Palacio, es como tratar un cáncer de piel con protector solar.
AEN —Hemos visto su «trabajo», su forma de actuar, pero queremos terminar preguntando cuál es su objetivo final, ¿quizás un enfrentamiento general?
David A. —El objetivo final de la desinformación rusa no es otro que defender el modelo de estado iliberal y autoritario que representa Putin. La prensa es un pilar fundamental de la democracia occidental. Con esta campaña quieren acabar con él para que ese sistema se derrumbe. Sé que suena dramático, pero es su objetivo a largo plazo.
Nos encantaría seguir preguntando y preguntando a David, pero no queremos abusar de su paciencia, sino agradecerle de nuevo el haber aceptado responder a todas nuestras dudas e inquietudes sobre este importante tema.
Y si queréis adentraros en él para conocerlo más a fondo, no dejéis de leer este libro: Fake News: la nueva arma de destrucción masiva, de David Alandete.