Esta semana disfrutaremos con una nueva reseña de Dani A. Díaz quien, para esta ocasión, nos comenta la novela El almuerzo desnudo, de William Burroughs. ¿Las has leído?
El almuerzo desnudo, de William Burroughs
Reseña de Dani A. Díaz
DESCENSO A LOS INFIERNOS
Aunque adoro transitar por senderos literarios que me garantizan dosis de entretenimiento y emoción, de vez en cuando me apetece probar desviaciones desconocidas en el rumbo trazado a la búsqueda de nuevas sorpresas, estilos, puntos de vista y pulsiones varias.
Habiendo disfrutado “En el camino” de Jacques Kerouac, decidí abalanzarme sobre otro de los máximos exponentes de lo que se dio en llamar “Generación Beat”, un grupo de escritores estadounidenses que a mediados de los años 50 revolucionaron la estética.
Me atraía la figura de WILLIAM BURROUGHS por su etiqueta de transformador del lenguaje y las técnicas narrativas.
La reciente edición de la Semana Negra me brindó la ocasión de adquirir a precio regalado uno de sus títulos más representativos: “EL ALMUERZO DESNUDO”.
Una obra compleja
Estamos ante un libro complejo, duro, inmoral e indigesto que noqueará a lectores desprevenidos.
El autor americano desgrana, a través de múltiples alucinaciones y descripciones surrealistas, su adicción a las drogas y caída en el abismo. Arranca con una introducción casi científica analizando los diferentes estupefacientes y sus efectos.
A partir de ahí nos zarandea con un ejercicio único e inimitable en el que cabe cualquier recurso, técnica expresiva y estilo literario con el resultado final de un collage barroco, bizarro, enloquecedor, demoníaco.
Estructura peculiar
Cuesta adaptarse a su peculiar estructura, capacidad semántica y ordenación de frases, pero una vez montados en esta apabullante montaña rusa, lo mejor es dejarnos llevar y participar de esa atmósfera onírica y delirante, pródiga en imágenes desquiciantes, sexuales, escatológicas…
Un orate con un pincel no hubiera podido imitar esta sucesión de escenas más propias de un delirium tremens que de una razonada composición.
Libertad febril
La palabra coherencia está desterrada del diccionario, o quizás, y este es otro modo de verlo, un denominador común preside las doscientas páginas del volumen: la febril libertad.
Diálogos imposibles, escenas superpuestas o combinadas, desaparición de signos de puntuación lógicos, frases inacabadas o expulsadas a borbotones, espasmos sintácticos, ausencia total de linealidad, irrupción de personajes sin atributos definidos, ácidos ataques a la clase política, las fuerzas de la ley, la moral cotidiana… ¡Un pandemónium abrasador que rompe todos los moldes!
Yonquis al borde del colapso, camellos apostados en lugares estratégicos, acecho de agentes, doctores mefistofélicos, manadas de pervertidos, cierta fijación por la homosexualidad, filósofos de las calles, manicomios que harían sonrojar a Poe, caleidoscopio de razas y religiones…
Un crisol de aberraciones, jeringuillas, cópulas, rebeliones feroces, aletear de buitres, obsesiones perturbadoras…
Para el recuerdo
Para el recuerdo quedan tres escenas de feroz estallido que parecen salidas de un cuadro de El Bosco: las tropelías de un grupo de gamberros rockeros adolescentes, las descacharrantes operaciones médicas y la orgía en la Ópera de Nueva York…
¡Apetece ponerse en pie y aplaudir por la viveza, adrenalina y capacidad de impacto! Insisto, libro que exige atención concentrada para descifrar cada recoveco y que no sigue ningún canon.
Resumiendo
Tras llegar al final no sabremos dónde hemos iniciado el viaje y cómo hemos llegado hasta aquí, pero el trayecto no deja indiferente, os lo aseguro.
Podrá gustar o ser rechazado, pero, eso sí, es innegable su carácter milagroso; solo alguien que ha probado el descenso a los infiernos podía ser capaz de esta abigarrada, enloquecedora y paranoica composición.
Conoció adaptación cinematográfica con un eslogan que llama poderosamente la atención: “la película que nunca debió filmarse”.
¿Te atreves con este almuerzo?
La adaptación a la pantalla es esta
El autor
William S. Burroughs (1914-1997) es una figura legendaria de la literatura norteamericana de este siglo, un escritor comparado con Villon, Rimbaud y Genet.
Tanto su vida como su obra, de un pesimismo total y un sombrío sentido del humor, reflejan una actitud de rebelión permanente contra la sociedad convencional.
Homosexual, drogadicto durante muchos años, amigo e ídolo de Kerouac y Ginsberg, se le considera el gran «gurú» de la generación beat, pese a su negativa a ser incluido en ella.